domingo, 28 de septiembre de 2008

Minoría de edad

Quienes la vieron aseguran que su mirada tenía la determinación de los que nada tienen que perder. No eran ínfulas de rebeldía inventada. Menos una rabieta. La niña se aferraba al muñeco chamuscado. Las llamas del entorno le agregaban un toque de color a sus mejillas, pero no le restaban decisión a su mirada. Cuando subieron a rescatarla, dicen que se veía calmada y parecía no escuchar su nombre pronunciado a gritos. Sólo por un instante miró al hombre que, con desesperación, intentaba alcanzarla desde la escalera de bomberos. Le dedicó una mirada comprensiva pero firme, para hacerle saber que había decidido no bajar sin su muñeco. Nadie hizo caso a su negativa y, por eso, sus pataleos fueron insuficientes ante la fuerza de esos brazos que la sujetaron por debajo de los hombros y le hicieron desprender sus manos del juguete. Con ella tosiendo bajaron la escalera mientras la multitud que se agolpaba al fernte de la casa, aplaudía la hazaña.
Todos creyeron que la estaban salvando.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Memorias


Se mira al espejo mientras se empolva la cara. Dibuja con el labial una sonrisa. Un par de preguntas en sus ojos. Un domingo de compañías lejanas. De abanicos extendidos atrapando luces.

La película se estira desde el televisor a la cama. Respuestas tácitas que atrapan. “¿No se da cuenta? Cada cosa que he hecho, cada paso que he dado ha sido para acercarme más a usted”. Dulce olor a recuerdos. Fotos. Arena en los ojos. No es llanto, es que me estoy riendo. “La felicidad no es algo que merezcamos. Cuando la vida va bien es un regalo inesperado. No puede durar siempre”. Qué hacer para perpetuar el último abrazo. Cómo estar segura de que fue cierto. Tan perfecto que es fácil resignarse al lugar que decidieron las estrellas. “Para un hombre una geisha sólo puede ser media esposa. Somos esposas del anochecer”. Somos la dicha escogida. La opcional. La que se disfruta porque no estará cuando vuelva a salir el sol. Y mi alegría. Mis ganas de ser tu risa. Más que un cuerpo. “La geisha no vende su cuerpo. Vende su arte. Gana al hombre sentada, más que acostada”. Complacerte es fácil. Eso dices. Escuchar, reir, jugar. Trascender. Seguirte para arrinconarme en tu costado cuando la soledad te alcance. Invéntame cuando quieras volver. Cuando quieras. Déjame dormir en tu memoria. Así la vida empieza a tener algún sentido. Cuando se logran descubrir las pistas ocultas, sabes para dónde iba la historia. Agradece haberlas encontrado. Fúndete en las memorias de una geisha.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Confieso


Hoy asumo la cursilería, como quien reclama el derecho a un verso malo, conciente de que no me va a inmortalizar, ni me hará acreedora de aplausos y premios. Hoy me alegra descubrir que la vida es hermosa y cursi. Que allá lejos me piensan y sonríen y yo pienso en allá lejos, y sonrío. Leo Neruda y Borges, descansan por un ratito Federico y Zaratustra. Segura de que no durará más que un destello, disfruto la vista del cometa.
Es deliciosa esta sensación de estupidez que casi nunca acompaña a la buena poesía.

martes, 2 de septiembre de 2008

Para un hombre, demasiado evidente.


Descanso sabiendo
que relojes jóvenes
recorren tu tiempo.
No hay prisa para quien no espera
algún día morderás tu labio
y estarás de regreso.

María



La explosión se escuchó tres cuadras a la redonda. Vidrios rotos, y los pedazos de María adheridos a las paredes del comedor y la sala. Cada impacto parecía haber dejado dibujada una palabra y en algunos se podía adivinar la impresión de un beso.
…….
La mañana había comenzado como tantas y nada hacía presagiar lo que ocurriría más tarde. María se levantó como siempre, dos horas antes que el resto de la familia, para poder tener el desayuno listo, la casa arreglada y la ropa en la lavadora antes de que su hombre despertara. Conocía sus ataques de malhumor cuando el desayuno se enfriaba o, peor aún, cuando debía esperar a que acabaran de freírse las tajadas. Felizmente, esa mañana todo había salido perfecto y ella esperaba paciente su llegada a la mesa.
Pensó en darle un beso de bienvenida, pero recordó que no le gustaban esas demostraciones de afecto, y estaba cansada de oirlo repetir que con haber dormido juntos ya era más que suficiente. Viéndolo desayunar, acomodado detrás del periódico, se preguntó si alguna vez la habría amado.

Permanecía sentada, frente a él, imaginándolo comer detrás del periódico, cuando recordó el sueño que había tenido durante la noche, y comenzó a contárselo: entraban en la capilla del parque, ella vestida de blanco y él cumpliéndole la promesa que le hizo el día que la sacó de su casa para llevársela a vivir juntos.

La emoción que le imprimía el relato y el periódico de por medio, no le permitió ver el gesto que se iba crispando en el rostro del hombre, por eso el grito la asustó y le cerró la boca. Lo demás fue el estallido que se acompañó de un sonido parecido a un grito.

Miles de caras sorprendidas comenzaron a asomarse por las ventanas, sin embargo el más sorprendido con la explosión fue él, que no creyó nunca que a María no le cupiera tanto sentimiento en el cuerpo, cuando decidió gritarle que se callara.

El encanto de la diferencia!