
Y es que somos seres tan racionales! Es imprescindible mantener a raya las emociones. Cuando se dejan aflorar, uno hace estupideces, ríe sin razones, defiende a ultranza, besa por impulso y hasta comete la grosería de ser feliz.
Por eso, lo más recomendable es separar el corazón del resto del cuerpo. Dejarlo que vaya donde quiera ir, que sea tan cursi como le dé la gana, permitirle que se ensucie los pies de arena y tome miles de cafés en la compañía que desea, para que el cerebro, ese órgano de la razón y la cordura, se crea el cuento de que ostenta el poder cuando le dice al cuerpo que no, que no se puede o que no se debe, mientras lo convence de que no es necesario el café, que se puede vivir igual, a punta de aromáticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario