miércoles, 2 de abril de 2008

Auto-conocimiento? Poco, poco...


Alguien me preguntó en estos días como soy y caí en cuenta de lo difícil que es decir cómo soy, cómo me percibo desde este interior confuso y caótico que me asombra cada día con formas de ser, actuar y sentir que pasan cambiantes y, a veces, hasta contradictorias.

¿Qué puedo decir de mí? Que vivo en mi pedacito de mundo inventado y que me gustaría ser poeta (comiera lo que comiera). Como no lo soy, puedo darme el lujo de defender el romanticismo, a veces la cursilería, usando frases y palabras gastadas, creyéndome original y descubriendo luego, con resignación, que alguien antes que yo las pensó y, muchas veces, aunque no todas, lo expresó mejor. Admiro a algunos escritores, especificamente a esos que a veces me generan una picazón con cierta dosis de envidia buena (que sí la hay) y abonan mis ganas de seguir escribiendo.

Sueño con los ojos abiertos y con los del hombre que amo. Río más de lo que lloro procurando un balance positivo que justifique seguir. Escribo por obligación, para evitar el incremento de las estadísticas de suicidios o enfermedad cardiovascular, que también combato cuando me coloco la bata del laboratorio. Allí, soy feliz en medio de la alegría de los jóvenes con quienes comparto momentos de aprendizaje mutuo. Soy mujer, creo que eso es lo único más o menos seguro. Madre y amante, regular. Buena amiga y mejor enemiga. Sincera, aunque a veces asuste y siempre frentera. No me gusta comprar peleas pero tampoco esconderme cuando las considero necesarias. Afecta a leer miradas y gestos, me duelen las esquivadas y creo que en algunas ocasiones el silencio es una forma de indiferencia cobarde.

Pese a todo, pensándolo mejor, a veces no soy nada de eso…

1 comentario:

Pedro Pablo Pérez S dijo...

Esto es genial amiga, esa indesición constante del yo propio conjugado con los sueños y una realidad que nos aplasta.
Para al final dudar también que somos de algún modo.
Exquisito texto.

Un abrazo