domingo, 15 de junio de 2008


Hoy necesito un amigo que me preste el suyo. Me he levantado tarde, me quedé dormida sin que nadie tocara oportunamente la puerta para avisarme que el reloj se había declarado en huelga. Recorrí la casa con el regalo entre las manos. Abrí las puertas, revisé los baños. La desolación de su parte del armario me dijo que algo andaba mal. Entre la ropa sucia no hallé su perfume ni su sudor. Todo en la casa me gritó su presencia intangible. Salí a la calle y corrí a buscarlo al sitio donde descansa hoy la fatiga de sus años dedicados a cuidarme. Sabía que era inútil. Nunca había tenido necesidad de buscarlo, siempre había estado allí, incluso antes de que yo supiera mencionar su nombre.

Hoy, una placa me recuerda que fue un buen padre, un buen esposo, un buen abuelo, pero yo no puedo encontrarlo.

1 comentario:

Kenneth Moreno May dijo...

todos se van al final, y cuando uno se va ni se da cuenta