jueves, 19 de junio de 2008

Segundos


Verte, al dar vuelta en la esquina me resultó tan familiar que, por un momento, me inundó ese delicioso vahído que la gente suele llamar déjà vu. Sensación de mareo incierto. Cerré los ojos y me vi tan vulnerable al gesto atrevido de tu mirada como la primera vez, e igual que entonces, tuve miedo. Tanto tiempo había pasado que probablemente no reconocieras mis ojos, ya sin el brillo de esos días de universidad y rebeldía en los cuales me creía capaz de cambiar el mundo. Y vos estabas dentro del mundo, o tal vez debiera aceptar de una buena vez que vos “eras” el mundo. Un mundo que no necesitaba molestarse en girar para que yo lo siguiera. Algo del espíritu aquel que creí muerto definitivamente, debe haberse quedado escondido bajo la coraza que había construido con tanto esfuerzo, porque verte fue un golpe de sol en la cara. Los recuerdos se empujaban en mi memoria y mis ganas de correr hacia vos luchaban en silencio con mis razones para dejarte partir, nuevamente, y permanecer a salvo.
Todo fue un segundo, tal vez dos, el tiempo que demoré en recobrar el control, juntar coraje y abrir los ojos. Para cuando lo hice, habías desaparecido.

1 comentario:

Kenneth Moreno May dijo...

El texto sugiere ambiguedad (o por lo menos eso creo). ¿es acaso la lejanía de esta persona un motivo de tristeza o de tranqulidad (o las dos)?