martes, 17 de junio de 2008

Zoom

Algo inusual sucede en la casa. Generalmente paseo disimuladamente por tu lado mientras te vigilo concentrado en esa pantalla brillante que odio porque te aleja temporalmente de mí. Hoy no. Desde temprano has estado muy activo, corrías tras una lagartija con algo entre tus manos. No me preocupo por ella, sé bien que eres incapaz de hacerle daño. Pero, curioso como soy, no pude evitar seguirte mientras saltabas emocionado, como un niño, redescubriendo el mundo con ese ojo que te regalaron y que te permitía acercamientos casi mágicos. Disfrutas perpetuando detalles que, tan de cerca, asombran y asustan. Por eso, a veces, conviene mantener prudentes distancias. No me mires así, cualquiera sabe que tienes más de loco que de prudente. Espero paciente, sabes que me gustan las fotos y que aprecies mis pelos sobre el sofá. Me acerco y te reclamo una caricia, un clic y luego otro y otro y te ríes. Tu vanidad acaba de decidir que “Tríptico del sueño” es un buen título para la secuencia. Te equivocas si crees que poso para ti. Estoy cansado y sólo quiero dormir. Espero que lo hayas entendido: eres un simple espectador, aquí el que manda soy yo.

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