domingo, 4 de mayo de 2008

Epitafio


Cuando supe que había llegado el momento de escribir tu epitafio tuve la certeza de que no sería una tarea sencilla, como no lo fue recorrer cada uno de tus gestos y transferirlos a mi rostro, para inventarme besos que no podías darme. O no querías, quien sabe...
He estado pensando en que debo mantener la compostura y decirte adiós sin romper en llanto. Recuerdo bien que te producían risa mis lágrimas. Aunque para serte sincera, ante la certeza de tu partida, debo reconocer que el dolor es menos agudo de lo que esperaba. Escribiré que eras todo un caballero, al fin y al cabo nadie tiene porque enterarse de que sospecho que anotabas en un cuaderno el listado de tus conquistas como quien matricula estudiantes, a sabiendas de que no aprobarán nunca tus exámenes. Si eso fuera cierto, sólo deseo que me hayas asignado un número par, sabes bien que odio las disparidades.

Quisiera escoger las palabras más dulces para despedirte, pero debo aceptar que pensar en tí todavía me despierta cierto rencor, aún cuando sé que morirte no fue totalmente culpa suya, no te lo puedo perdonar. Sabías que confiaba en tí y todavía me asombra que ni siquiera eso importara a la hora en que tomaste la decisión de irte para el otro mundo y dejarme sin el consuelo estúpido de una mala explicación.

Aún no entiendo cómo pero, en el fondo de mi alma, siento que tu desaparición me libera. Evitaste que continuara haciendo locuras, arriesgando mi vida e hipotecando mi tranquilidad a cambio de nada.

Tal vez por eso al menos, debiera reconocerte cierta gallardía en la forma que elegiste para partir, pero no puedo. Tu silencio indolente no amortigua el vacío que dejas y yo, en este día, sólo deseo que sepas que adelanté tu muerte y escribí este epitafio como quien se quita la venda de los ojos y escupe su decepción sobre una tumba.

2 comentarios:

Kenneth Moreno May dijo...

¿bueno, pero que hizo?......

Alicia dijo...

Querido Kenneth, tus preguntas siempre son una excusa para el pensamiento. No encontraba qué contestarte, ahora sé que no hizo nada más que ponerme de frente con mi propia estupidez entonces, al fin, creo que me hizo un favor. Pero sabés lo que duele reconocer que uno se equivocó a esta altura del partido? Gracias por tu ayuda, cuatro palabras y 9 signos de puntuación hicieron la diferencia.