viernes, 1 de febrero de 2008

Saldando una deuda.

Debía desde hace rato un merecido homenaje a las escaleras. Porque siempre han sido mis cómplices para sentirme más cerca del cielo o del infierno.
El espacio perfecto para tomar impulso y seguir subiendo, o bajando, porque para ambas cosas hay que tener coraje, sobre todo en esos momentos en que caer se muestra como una seductora opción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No te caigas. Un abrazo. Facundo.

Kenneth Moreno May dijo...

Wittgenstein tal vez diría que lo mejor de una escalera es cuando uno la arroja después de haber llegado a la meta.